Capítulo 5

Su sonrisa ladeada es difícil de descifrar, y su mirada intensa se clava directamente en mí.

—¿Me quieres a mí?

Asiento con determinación.

—Suena como una propuesta algo indecente, ¿no te parece, Eva?

M****a.

—No es lo que piensa, yo… —balbuceo, pero él espera pacientemente a que articule algo coherente—. Quiero una cena con usted. Una cena de negocios… o de placer. Solo una oportunidad de hablar.

Él asiente, como si entendiera exactamente lo que quiero.

—Quieres un trabajo. Me parece justo. Sin embargo, yo no recluto personal. Puedes hablar con mi equipo de casting.

—No caminé todo el día hasta sangrar por nadie de su equipo de casting —digo sin temblar—. Lo hice por usted.

¿Para qué hablar con un empleado cuando puedo hablar con el dueño?

Andrew ríe, complacido.

—Está bien. Ya que viniste hasta aquí, y pareces determinada… tendremos esa cena. Salgo a las cinco. ¿Tienes un lugar donde quieras comer?

—¿Lo dice en serio? —pregunto, llena de esperanza. Él asiente.

¿Qué hago? ¿Salto? ¿Grito? ¿No debo verme desesperada, cierto?—. Usted elija el restaurante. Yo estaré allí.

—Perfecto. Ya puedes retirarte, tengo una junta.

Se levanta arreglando su traje. Al verme inmóvil, sonriente, se acerca. Se sienta sobre su escritorio, quedando justo frente a mí.

—Hoy tu cabello está limpio —dice mientras acaricia un mechón castaño.

Mi cabello se desliza entre sus dedos y un escalofrío excitante me recorre entera.

¿Lo hace adrede?

¿O es solo parte de ese encanto peligroso que tiene?

—Lo lavé esta mañana. Quería dar una buena impresión.

—¿Buena impresión… para mí?

Asiento.

Él sonríe de lado y deja caer mi cabello sobre mis hombros.

—Entonces, ¿por qué viniste vestida así?

Su mirada recorre mis jeans viejos y mi camiseta desgastada.

—Tenía que trabajar después de venir aquí…

Me siento incómoda en mi propia piel. Quizá debí hacerle caso a Rubí y vestirme mejor, pero Hellen odia que use ropa linda para trabajar.

—Las mujeres que entran a mi oficina normalmente usan vestidos o faldas muy cortas.

—Yo no vine por nada de eso.

—¿Así que dices que no tienes intención de seducirme? —pregunta cruzándose de brazos, disfrutando cada segundo de mi incomodidad.

Si él no fuera él… y yo no fuera yo… diría que está coqueteando.

Imposible.

—¿No se va a casar usted? ¿Por qué intentaría algo tan estúpido?

Él ríe sin disimulo.

—Señor, la junta comienza en cinco minutos —interrumpe su secretaria. Él asiente y ella se marcha.

Él vuelve a mirarme.

—Sé que no eres ese tipo de mujer. Aun así, me gustaría verte con un vestido hoy.

Ayer te veías… encantadora con ese vestido interesante.

Se levanta, quedando peligrosamente cerca. Su aroma elegante me envuelve. Su pecho bloquea mi vista, obligándome a mirarlo hacia arriba, atrapada en esa mirada retadora.

—¿No eres una futura actriz? Muéstrame algo de encanto.

Encanto.

Alguna vez lo tuve…

pero mientras más trabajaba por sobrevivir, mientras más mi vida giraba en torno al dinero… ese encanto desapareció.

Hoy no sé si queda algo.

—¿Necesitas irte temprano? —pregunta Hellen sin levantar la vista de su guion.

Seguimos grabando, está sentada frente al set esperando su turno.

—Sí. Tengo… un asunto personal importante.

Levanta una ceja.

—Las grabaciones terminan a las doce de la mañana.

—Solo necesito un par de horas. Regresaré, lo juro.

—¿Y qué haré yo?

—Hablé con la empresa. Enviarán a un asistente temporal mientras no estoy.

Ella vuelve a su guion.

—¿Tienes una cita?

—¿Qué? No, claro que no.

—¿Estás saliendo con alguien, Eva? ¿Es alguien que conozco?

No tiene nada de malo reunirme con él, pero no quiero decirle.

No quiero admitir que voy a suplicarle a su futuro esposo que también me dé una oportunidad a mí.

—Es solo un asunto personal, nada romántico.

—Ya… Trabaja duro, Eva. Las citas no te servirán de nada. Un hombre retrasará tu progreso. Y, además, los hombres que se fijan en mujeres como tú siempre son una carga. Te lo digo como amiga.

Pongo los ojos en blanco.

Lo único que puedo hacer frente a sus ataques pasivo-agresivos.

A veces no sé si la odio porque es una perra…

o si me parece una perra porque la odio.

Cuando al fin termino, tomo el autobús a casa.

Rubí me espera en la entrada. Chillamos como dos locas y corremos a revisar mi ropa.

—¡Te estaba coqueteando! Te lo juro —dice mientras salgo del baño, envuelta en vapor.

Sobre la cama está la ropa que eligió: tacones rojos y un vestido rojo, ajustado y escotado.

—Es una cena de negocios, Rubí. Y ese hombre ama demasiado a la bruja de Hellen.

—Es joven, millonario e intocable. Esos no saben lo que es ser fiel.

Río ante su comentario y comienzo a vestirme. No tengo ropa más “presentable”, así que ni discutimos.

—Tienes lindos senos, no sé por qué los ocultas —dice ayudándome con los tacones.

—Tenerlos al aire no me sirve en el trabajo.

—Hoy sí te servirán. Porque sea quien sea Andrew… solo es un hombre.

¿Y sabes qué tienen en común todos los hombres?

—Sorpréndeme.

—Que piensan con la cabeza de abajo.

—No creo que necesites saber eso con 16 años.

—Y no creo que debas ignorarlo con 25.

—¿Entonces me sugieres que use este escote y coquetee con el novio de mi jefa? —me río mientras ella ata mi cabello, dejando mechones que caen sobre mis hombros desnudos.

Me miro al espejo.

Y, por primera vez en mucho tiempo, parezco alguien más.

Alguien peligrosa.

Alguien capaz.

Rubí sonríe con malicia.

—Ella te robó a tu novio en la universidad.

Y yo solo digo algo…

Se acerca a mí, me aprieta las manos.

—Si hay alguien que merece ser colocada en la cima…

esa eres tú.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App