DANTE
La sujeté con fuerza, una mano en su boca y la otra en su cintura. Su cuerpo tembló un segundo bajo mi agarre. Cerré los ojos apenas un instante, dejando que el aroma de su cabello me golpeara como un recuerdo. Maldita Giulia… después de todo, incluso después de la traición, seguía siendo la única mujer que podía tocar sin sentir asco.
—Mi cocinera favorita.
No tuve tiempo de pensar más. Un dolor agudo en el costado me sacudió; me había golpeado con el codo. Supe que intentaba liberarse y lo logró: se giró bruscamente, me empujó contra la pared y, con una pistola en sus manos, me apuntó directo al pecho.
—Esta vez voy a terminar lo que quedó pendiente en tu casa —me escupió con los ojos encendidos de furia.
Durante un segundo me quedé quieto, observando cómo me apuntaba con decisión. Pero un segundo era todo lo que necesitaba. Moví mi brazo y de un tirón le quité el arma, girando su muñeca hasta que soltó un quejido de dolor. Acto seguido, la sujeté por el cuello y la presioné