DANTE
Encendí el puro y dejé que el humo llenara la oficina. El silencio era cómodo, me daba tiempo para pensar, aunque pensar en estos días era lo que menos quería.
La puerta se abrió suavemente y Aurora apareció.
—Una de las chicas me dijo que me buscabas —dijo con esa calma suya que nunca perdía.
Asentí, dejando el puro en el cenicero.
—Quiero hacer algunos cambios en las habitaciones.
Ella alzó la mano para interrumpirme.
—Antes de eso, Dante… quiero agradecerte. Por haber traído a Fiorella sana y salva.
La miré fijo.
—No iba a permitir que le pasara algo malo. Tú lo sabes. Y también sabes mis motivos.
Aurora sonrió, cansada, pero con un brillo en los ojos.
—Siempre confié en que la traerías de vuelta. Y no me equivoqué.
Me quedé callado un instante, pero corté la tensión.
—Quiero que prepares dos habitaciones en la segunda planta. Una para Isabella y la otra para Giulia.
Ella parpadeó sorprendida.
—¿Ya consultaste con Claudia?
Solté una risa seca.
—No necesito consultarl