CAPÍTULO 26

DANTE

La tenía atrapada bajo mi cuerpo, y verla retorcerse entre dolor y placer fue como un veneno dulce corriendo por mis venas. Introduje mis dedos en su intimidad, y el calor húmedo de Giulia me quemó más que cualquier fuego. Ella arqueó la espalda, se estremecía con cada movimiento, y yo me descubrí disfrutando de algo que jamás pensé que pudiera soportar.

Toda mi vida el contacto de piel ajena había sido insoportable. Con otras mujeres, siempre lo hacía con guantes, como si tocarlas fuera un acto sucio, degradante. Pero con ella… con Giulia era distinto. No había asco. No había rechazo. Solo una necesidad creciente de seguir, de no detenerme jamás.

Su rostro, crispado en una mezcla de llanto y deseo, me excitaba de una manera peligrosa. Me deleité con cada gesto, con cada gemido que intentaba sofocar. Por primera vez, tocar a una mujer no me provocaba repulsión, sino una voracidad que me estaba consumiendo.

Saqué mis dedos lentamente y bajé hasta sus muslos. La piel enrojecida,
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