GIULIA
Desde la ventana, observaba cómo Leo subía al auto con pasos pesados, la cabeza gacha. Marco cargaba la maleta y la acomodaba en la cajuela. Sentí un nudo en la garganta.
—Es tan injusto… —murmuré, apoyando la frente contra el cristal frío—. Es apenas un muchacho.
Fiorella, de pie junto a mí, cruzó los brazos.
—Dante siempre ha sido estricto. No conoció otra forma de vivir. —Su voz era tranquila, casi resignada—. Se convirtió en líder muy joven, cargando con la familia, con la organización… y con un niño como Leo. Él no estaba preparado para ser padre.
Sus palabras me atravesaron. Tal vez era cierto, pero ver a Leo marcharse, solo, me partía el alma.
Unos ladridos rompieron el silencio. Isabella apareció corriendo con el cachorro entre los brazos, su sonrisa iluminaba todo el corredor. Fiorella acarició al perrito, divertida.
—Me sorprende esto —comentó—. Dante no es de regalar perros… nunca fue tan dadivoso con un niño, ni siquiera con Leo.
Guardé silencio, observando a mi h