DANTE
El estruendo del disparo retumbó detrás de mí. Todos se tiraron al suelo, incluido Máximo Volkov, que todavía mantenía a Giulia como escudo. Giré apenas el rostro y vi a Riccardo con el arma humeante, su mirada fija, sin titubear.
Corrí hacia ellos. Arranqué a Giulia de sus manos, sujetándola por la cintura mientras le apuntaba directo a la frente a Máximo.
—Entrar a mi casa y amenazar aquí… grave error —escupí las palabras.
Dos de mis hombres se acercaron y lo inmovilizaron, obligándolo a hincarse.
—El error fue tuyo, Moretti… secuestraste a mi hermana —dijo, la voz grave y llena de veneno—. Un mensaje, y la guerra entre nuestras familias será inevitable.
—No tengo a ninguna chica tuya en mi casa —le respondí, helado.
Entonces escuché, apenas un susurro junto a mi oído:
—Leo…
Me giré hacia Giulia, mi sangre hervía.
—Más te vale que no estés involucrada en esto —le murmuré, tan bajo que sólo ella pudo oírlo.
—¡Marco! —grité—. Tráeme a Leo. Y registren cada rincón de la casa.