GIULIA
Intentaba comer, pero cada bocado se volvía más pesado que el anterior. La comida sabía a ceniza en mi boca. El ambiente en la mesa era espeso, cargado de miradas cruzadas, silencios punzantes y una tensión que podía cortarse con un cuchillo. Sobre todo con Claudia, cuya mirada clavada en mí era pura pólvora.
Fue Riccardo quien rompió el silencio. Inició con un carraspeo
—Dante… Don Rigo mandó un mensaje. Viene esta noche —dijo, sin mirarme.
Dante levantó una ceja, curioso.
—¿Alguna novedad?
—Sí, el cargamento se ha retrasado unos días.
—Se suponía que eso no iba a pasar.
—Uno de los retenes se complicó, pero todo estará bien. Unos días nada más. Espero no te moleste que me quede unos días más.
—La casa es muy grande, te puedes quedar el tiempo necesario.
—Pero también trae una propuesta nueva. Quiere hablar contigo personalmente... y adelantarte que quiere que te cases con su hija mayor. Con Giorgina.
Una carcajada seca escapó de Dante.
—Rigo está desesperado por amarrar