GIULIA
Nunca imaginé que un día vería a Riccardo en la misma casa que Dante, el rey de la mafia italiana. La escena parecía una broma pesada.
Me quedé paralizada al verlo sentado tranquilamente en mi cocina, con una servilleta en el cuello comiendo como si se encontrara en un restaurante.
—Gracias por todo chicas, yo me encargo del invitado. —le indiqué a mis ayudantes.
Me acerqué con cautela y le hablé en voz baja, como si temiera que el aire mismo escuchara.
—¿Qué haces aquí, Riccardo? ¿Tienes idea de dónde estás? Esta es la casa de Dante Moretti…
Él bajó la mirada hacia su plato, como si mi pregunta fuera incómoda.
—La misma pregunta tengo para ti —murmuró sin alzar la voz—. Pensé que estabas libre, en algún lugar tranquilo, no… aquí. Me dijiste que tenías un nuevo empleo ¿a esto te referías?
Justo días antes tuve una conversación con Riccardo y le conté emis planes de irme de la casa de Rachelle.
—Es una historia complicada.
Antes de que pudiera insistir, Marco apareció en