El beso entre Seth y Ameline era abrumador, desordenado, caliente, desesperado y necesitado, con sus labios moviéndose con una urgencia que hablaba de todo lo que habían reprimido por tanto tiempo.
Sus bocas se encontraron en un torbellino de deseo, salvajismo y algo más que no querían nombrar, sus respiraciones entrecortadas mezclándose en el aire cargado de la habitación.
Ameline, desnuda salvo por las joyas que adornaban su cuerpo, sentía el collar frío contra su pecho, el colgante rozando su piel con cada movimiento. Las manos de Seth, fuertes pero precisas, recorrieron sus caderas, sus dedos trazando líneas ardientes sobre su piel desnuda, provocando escalofríos que la hacían arquearse hacia él, gimiendo bajito.
Ella respondió con igual intensidad, sus manos deslizándose por su pecho, sintiendo los músculos tensos bajo sus dedos, el calor de su piel contrastando con la frialdad del collar.
El beso anterior fue más bien desesperado, sus lenguas entrelazándose con una necesidad