Ameline entró a su habitación con un suspiro cansado, cerro la puerta con llave y se dejó caer en su cama, demasiado agotada para hacer otra cosa.
Sin embargo, el agotamiento era más mental que nada, y después de unos minutos comenzó a revolverse inquieta, incapaz de dejar de pensar en su plan y en que quería que todo saliera bien… y si quería que todo saliera bien, tenía que tomar acción ahora, o al menos hacer algo, porque si se quedaba sin hacer nada iba a ponerse más ansiosa, y no quería transmitirle todos esos nervios y ansias a su pobre bebé.
Inquieta, Ameline se levantó de la cama, el silencio de su habitación envolviéndola mientras se dirigía al armario donde guardaba los regalos caros de Seth.
La llamada con él aún resonaba en su mente a pesar de que ya habían pasado horas, no podía dejar de pensar en su voz cálida pero cargada de esa intensidad que siempre la descolocaba… y en la forma en la que parecía tan feliz de poder cumplirle sus caprichos y complacerla…
“Él es