Seth se inclinó de nuevo sobre Ameline, sus labios rozando los de ella en un beso suave, casi tentativo, que pronto se volvió más profundo, más urgente.
Ameline sintió el calor de su cuerpo, el roce de su miembro aún erecto contra su muslo, una presión cálida que envió un escalofrío por su espalda.
Sus manos subieron por los brazos de Seth, sintiendo la tensión de sus músculos, la aspereza de las cicatrices que marcaban su piel. Él respondió, sus manos deslizándose por sus caderas, sus dedos trazando líneas lentas sobre su piel, como si quisiera memorizar cada curva. El collar se movió ligeramente con el movimiento, el colgante frío rozando su pecho, un contraste que la hacía estremecerse.
—Maldición, Ameline… simplemente no puedo tener suficiente de ti... Eres mía... Solo mía... —murmuró Seth, su voz ronca, cargada de una sinceridad que la hizo temblar mientras sus labios descendían hasta su cuello, besando la piel justo debajo del collar.
Ameline arqueó el cuerpo hacia él, sus m