Ameline caminó por los pasillos de la mansión con el objetivo de ver a Prissy, pero al llegar a su habitación la encontró vacía, otra vez.
Otra vez...
Suspiró, una resignación pesada asentándose en su pecho. Prissy la había estado evitando desde su confesión en el auto, desde que admitió haber besado a Nataniel. A pesar de que Ameline le había dicho que la perdonaba, que no era gran cosa, Prissy parecía cargada de vergüenza, esquivándola en cada oportunidad, desapareciendo tras puertas o excusas rápidas.
Ameline apoyó una mano en la pared, su otra mano descansando instintivamente sobre su vientre, recordándose mantener la calma por su bebé. Pero la ausencia de Prissy dolía, un recordatorio de lo frágil que se sentía su mundo ahora.
Emma caminaba a su lado, su figura alta y alerta, la trenza apretada balanceándose con cada paso. Notó el cambio en la expresión de Ameline y frunció el ceño, su tono tan despreocupado como siempre.
— ¿Por qué la cara larga? —preguntó, deteniéndose en e