(Narrado por Alessandro)
El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando abrí los ojos. No necesito despertador; años de disciplina hacen que mi cuerpo funcione como un reloj. Me levanté, caminé hasta el ventanal y observé el océano en calma. Afuera, todo parecía tranquilo… pero sé mejor que nadie que la calma siempre esconde algo.
Encendí mi teléfono. Cuatro mensajes encriptados, dos llamadas perdidas. Silencio en la casa, caos en mi mundo.
Marqué el número de Marcos. Contestó de inmediato.
—Dime.
—Hola aburrido—Entorne los ojos por su clásico sentido del humor.
—Dime—Repeti sin mucho entusiasmo.
—Tenemos un problema —dijo sin rodeos—. El cargamento de anoche… alguien habló.
Mi mandíbula se tensó. Silencio. Respiro controlado.
—¿Quién?
—Aún no lo sabemos, pero el nombre de la chica salió en la conversación. —Hizo una pausa, como si midiera sus palabras—. Isabella.
Mi mano se cerró en un puño. Que mencionaran su nombre significaba que alguien estaba demasiado cer