(Narrado por Marco)
Desde que Alessandro entró a la sala, su presencia llenó cada rincón, aunque él apenas habló. Yo, sentado a un lado, observaba cómo se movía con esa calma peligrosa que siempre deja a los demás nerviosos, incluso a los hombres más entrenados de la familia. A veces me pregunto si él lo hace a propósito, si disfruta del miedo que provoca sin esfuerzo alguno.
—¿Qué tenemos? —preguntó, sin mirar mis papeles, con la mirada fija en la puerta como si estuviera calculando la distancia de un enemigo invisible.
Me acomodé en la silla y le pasé los documentos del primer sospechoso que habíamos identificado: un intermediario de Marsella que parecía demasiado confiado, demasiado seguro de sí mismo.
—Este tipo —dije—, ha estado moviendo las rutas de envío. Todo apunta a que está filtrando información sobre nuestros cargamentos.
Alessandro extendió la mano y tomó los papeles. Los hojeó despacio, con esa precisión que siempre me hace sentir que yo, por muy eficiente que sea, estoy