(Narrado por isabella)
La mañana comenzó de manera sencilla. Me levanté, me bañé y salí al pasillo buscando a Axel, pero en la entrada de la casa había alguien distinto. Alto, de hombros anchos, cabello oscuro y ojos que parecían de acero.
—Buenos días, señorita Isabella —saludó con un tono seco y firme, casi militar—. Soy Smith. Estaré a su disposición como su guardaespaldas. Axel acompaña al señor Alessandro en un asunto importante.
Parpadeé, un poco desconcertada. Él no sonrió, no mostró amabilidad alguna; era simplemente correcto.
—Bien… —murmuré, sin saber exactamente cómo responder.
Me abrió la puerta del auto y me indicó que subiera. Durante el trayecto no habló nada más. Su silencio era tan duro como su presencia. Estaba acostumbrada a la seriedad de Alessandro, pero Smith era distinto: Alessandro imponía por control y carisma; Smith, en cambio, lo hacía como si fuera un muro inexpugnable.
Cuando llegamos a la empresa, Josué y el arquitecto ya me esperaban. Íbamos a visit