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Capitulo 2— Entre Promesas y Engaños

Dos días.

Eso era todo el tiempo que tenía antes de que mi vida cambiara para siempre.

Desde que la abuela de Alessandro pronunció esas palabras —"Quiero que se casen"— mi mundo dejó de girar igual. Todo era un torbellino: llamadas, documentos, pruebas médicas, firmas y más firmas. Y, aun así, lo más difícil todavía estaba pendiente: decírselo a mi madre.

No podía decirle la verdad.

Si lo hacía, se preocuparía… y lo último que necesitaba era verla más frágil de lo que ya estaba.

Respiré hondo antes de entrar en la casa. El olor a té de manzanilla llenaba el aire, y el sonido del televisor llegaba desde la sala, donde Mateo, mi hermano, estaba viendo dibujos animados. Mi madre estaba sentada en el sillón, con una manta cubriéndole las piernas y una sonrisa débil en el rostro.

Me acerqué lentamente.

—Mamá… —dije en voz baja, tratando de sonar tranquila.

Ella me miró con curiosidad, notando que algo pasaba.

—¿Qué ocurre, Isa? Tienes esa cara… la misma que ponías cuando rompías un jarrón de tu abuela.

Tragué saliva.

—Hay algo que necesito contarte… y tienes que prometerme que no te vas a alterar.

Su expresión cambió, y su mano tomó la mía.

—Habla, hija. Me estás asustando.

Tomé aire y solté la mentira más grande de mi vida:

—Estoy… estoy comprometida, mamá.

El silencio fue absoluto. Podía escuchar el tictac del reloj, el sonido del televisor y mi propio corazón golpeando en el pecho.

Ella parpadeó, como si no hubiera escuchado bien.

—¿Qué? ¿Comprometida… con quién?

—Con Alessandro Moretti —respondí rápido, como si arrancarme la venda de golpe fuera menos doloroso.

Frunció el ceño.

—¿Y quién demonios es Alessandro Moretti? ¿Desde cuándo tienes novio y por qué no lo sé?

Mi garganta se cerró. Improvisar nunca había sido mi fuerte, pero no tenía otra opción.

—Mamá… no te lo conté antes porque… casi no hablábamos. Tú estabas mal con los tratamientos, yo trabajando todo el tiempo, y apenas nos veíamos. Además, Alessandro viajaba mucho, y… quería estar segura de que era serio antes de presentártelo.

Mi madre se quedó callada, tratando de procesarlo todo.

—Isabella… —susurró—, ¿desde cuándo estás con él?

—Hace más de un año —mentí sin pestañear—. Lo conocí en la universidad, en una conferencia. Al principio solo éramos amigos, pero… las cosas se dieron y ahora… él me pidió matrimonio.

Mis manos sudaban y mi voz temblaba, pero mi madre me miraba con ojos brillantes, llenos de emoción y esperanza.

—Mi niña… —dijo acariciando mi rostro—. Pensé que nunca encontrarías a alguien.

Su sonrisa me atravesó el alma. Si tan solo supiera la verdad…

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Esa misma tarde, me lancé a la calle para cumplir con las diligencias. Actas de nacimiento, certificado médico, pruebas de sangre, firmas notariales… todo en un tiempo récord. La abuela Moretti se encargó de agilizar todo, pero cada documento que firmaba me pesaba como una cadena.

Alessandro, como siempre, mantenía el control. Me llamó esa noche.

—Isabella —su voz era grave y firme—, el día de la boda mi asistente te recogerá temprano para que te prepares. Necesito que estés lista.

Tragué saliva.

—Está bien… —susurré, aunque mi voz sonó más temblorosa de lo que quería.

—Confío en que no habrá problemas —respondió seco, y colgó sin esperar mi respuesta.

Rodé los ojos, frustrada. Ni un "¿cómo estás?", ni un "¿necesitas ayuda?". Solo órdenes.

Lo odiaba… pero, de alguna manera, su voz tenía un peso que me estremecía.

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Esa noche, mientras cenábamos, mamá estaba radiante.

—Mateo, ¿sabías que tu hermana se va a casar? —dijo con un tono alegre que hacía tiempo no escuchaba.

Mi hermano levantó la cabeza del plato, confundido.

—¿Con quién?

—Con Alessandro —respondió ella antes de que pudiera abrir la boca—. Un buen hombre, estoy segura.

Tragué saliva. Si tan solo supieran…

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Más tarde, en mi habitación, me derrumbé sobre la cama. Las luces apagadas, el teléfono en la mano. Me sentía atrapada. Había pasado cuatro años cuidando de mamá, trabajando desde los 15, sacrificando todo por mi familia. Y ahora… mi futuro no era mío.

Mi celular vibró. Era un mensaje de Alessandro:

"Prepárate. En dos días, todo cambiará. Y recuerda: nadie debe saber que es un acuerdo. Nadie."

Me quedé mirando la pantalla, con el corazón en la garganta.

Dos días.

Dos días para convertirme en la esposa de un extraño.

Dos días para hundirme en una mentira que cambiaría mi vida para siempre.

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