—Quiero compensarte el salvar a mi hijo de ese maniaco — Damon dijo con tanta humildad que Harper abrió mucho los ojos sin poder creérselo, no después de lo que recordaba del tipo.
La chica se giró para apresurar su salida, pero él volvió a gritar.
—¡Alto, detente! — La voz de Damon fue un golpe seco en el silencio del almacén. No era una pregunta, sino una orden. Una orden tan cargada de autoridad que Harper sintió la necesidad instintiva de detenerse.
El corazón le latía desbocado, tanto por el miedo a la policía, como por el vértigo de haber salvado a un niño solo para enfrentarse a su padre, el hombre que la había despreciado y que ahora, irónicamente, se había convertido en su única esperanza.
Él se acercó a ella con lentitud, y sus ojos grises, antes fríos y distantes, ahora la miraban con una mezcla de confusión, urgencia y una familiaridad que le revolvía el estómago.
—¡Por favor, no te vayas! — repitió, su voz más calmada pero aún con un hilo de desesperación —. ¿Cómo te llamas?
Harper dudó, el aire de su alrededor se sentía cargado. No podía decirle su verdadero nombre. La policía la buscaba por todas partes, y su nombre era sinónimo de "asesina fugitiva".
—Mi nombre no importa — murmuró, su voz sonaba rasposa por el polvo y la sed —. Ya me tengo que ir.
—¡Claro que importa! — insistió Damon, dando un paso más cerca —. Le salvaste la vida a mi hijo. No te puedo dejar aquí, en este estado. Mírate.
Harper se miró. Estaba cubierta de sangre seca y tierra. Su ropa, rasgada, le recordaba la violencia que había vivido en la cárcel. Se sintió avergonzada, descompuesta, tan rota como los sueños que había perdido.
—No necesito tu lástima — dijo, con la voz un poco más firme.
—No es lástima, es... es... — Damon dudó, su mirada se perdió por un instante. Él no sabía por qué, pero había algo en ella que lo atraía, una conexión invisible, como el eco de un recuerdo que no tenía.
Peter, corrió para aferrarse de nuevo a la pierna de la chica, y la miró con unos ojos grandes y suplicantes muy parecidos a los de su padre.
—Papá, ella me salvó. ¡Es muy valiente! — susurró el niño, y luego buscó el rostro de Harper — ¡Gracias! Gracias por ayudarme.
Las palabras de Peter parecieron romper la resistencia de la chica. Su postura se relajó y algo parecido a una media sonrisa apareció en las comisuras de sus labios.
Damon miró a su hijo, luego a Harper, y tomó una decisión impulsiva, arriesgada.
—Ven conmigo — le dijo, como propuesta —. La policía está por todas partes. No tengo idea de porqué huyes, pero ya no estarás segura aquí.
Harper se quedó helada. ¿Ir con él? ¿El mismo hombre que la había humillado y se había burlado de ella? Pero sus opciones eran limitadas, las patrullas policiales estaban por todos lados. No había escapatoria.
—No... no puedo — murmuró, sintiéndose atrapada — Además, ¿qué le hace pensar que me escondo de la policía?
Damon ladeó la cabeza y la miró como pidiéndole que no le faltara el respeto a su inteligencia.
—No te pido que me des explicaciones, del porqué de tu estado — respondió Damon, su voz un susurro — Solo déjame agradecerte, tengo una deuda contigo… confía en mí.
Esa palabra. "Confía". Le quemaba en el alma. ¿Cómo podía confiar en él? la experiencia le había enseñado que no se puede confiar en nadie, pero Harper no estaba en posición de rechazar la ayuda, y la desesperación le ganó al miedo. No tenía nada que perder. Asintió, y Damon le tendió la mano.
—Soy… Serena…
—Mucho gusto, Serena, soy Damon Kóvach.
El viaje en el Lamborghini, el mismo auto que la había empapado un año atrás, fue una experiencia surrealista. El lujo de los asientos de piel y el motor silencioso contrastaban con su cuerpo magullado y su mente en caos.
El olor a perfume costoso era tan fuerte que le dio náuseas. Se sentía como una intrusa, una extraña en un mundo que no era el suyo. Damon, concentrado en la carretera, no dijo una palabra, y Peter, acurrucado en el asiento trasero, se había quedado dormido. El silencio era tenso entre los dos, roto solo por el sonido de las sirenas a lo lejos.
La mansión de Damon en Star Island era un palacio de cristal, cemento y metal. Un mundo ilusorio alejado de la realidad, un islote privado en el que solo un puñado de magnates tenían ahí sus propiedades con vista al mar, y Harper se sintió totalmente fuera de lugar.
Él la llevó a la cocina, esta era tan grande como su antiguo apartamento. Una mujer de mediana edad, con el cabello rubio en una coleta los recibió con expresión de sorpresa.
—¿Señor Damon? ¿Quién es... la señorita? — preguntó la mujer haciendo un esfuerzo por mantener la compostura ante la apariencia desaliñada de Harper.
—Ella es... — Damon se aclaró la garganta — La señorita Serena, es la nueva niñera — dijo Damon, tratando de sonar normal ante la mirada poco convencional de la mujer —. Se quedará con nosotros por un tiempo.
Harper se quedó helada. ¿Niñera? La idea era ridícula. Era una fugitiva tildada de criminal. ¿Cómo podía ser una niñera? Pero Damon la miró con una expresión de urgencia de que le siguiera el juego.
La chica asintió, al menos estaría ganando algo de tiempo antes de pensar lo que iba a hacer para desaparecer para siempre.
—Ah, sí — dijo Harper, bajando considerablemente el tono de su voz —. Soy... soy la niñera.
La mujer, asintió, pero sus ojos la miraron con sospecha.
—Quiero que le muestres su habitación, Elena, y, por favor, dale ropa para que se cambie.
—Pero señor, no tenemos ropa de su talla…
Damon la miró de arriba abajo y pareció hallar la respuesta.
—Dale la habitación de Axa…
—¿La habitación de la señora Axa?
—Sí, y también su ropa y sus cosas, supongo que son de la misma talla.
—Pero señor, usted pidió que nuca se tocaran sus cosas, y que su habitación se mantuviera tal y como ella la dejó ¿Y si llegara a regresar algún día?
—Elena, Axa está fuera de mi vida para siempre — La mirada y el tono de voz de Damon fue cortante — Haz lo que te digo.
—Claro, señor, como usted diga.
Harper dejó que el agua caliente la masajeara un rato, quitándole la mugre, la sangre, y también esa sensación de huida que la había mantenido con el corazón en la garganta.
Al salir se quedó pasmada frente a las puertas del clóset de Axa lleno de ropa, zapatos accesorios y joyas. Se sintió abrumada y optó por lo que le pareció más a su estilo, unos vaqueros y una camiseta tal vez demasiado grande para su talla delgada, había perdido tanto peso en el último año, que casi desaparece.
Se miró en el espejo, su reflejo era el de una mujer que no conocía. Un año en el agujero la habían cambiado mucho.
Se encontró con Damon en la sala, y fue cuando ella reparó en que la propiedad tenía vista al mar, su sonido era como una melodía suave, y tranquilizante.
—¿Te sientes mejor? — Él preguntó.
—Sí, gracias.
—Bien. Ahora, tenemos que hablar. — dijo Damon —. La policía... está por todas partes.
Harper asintió. Se sentó en un sofá y Damon frente a ella, con sus ojos fijos en los suyos.
—¿Quién eres? — preguntó de forma directa.
—Soy la niñera de tu hijo. — respondió Harper encogiéndose de hombros.
—No. No me refiero a eso. Hay algo en ti que... me resulta familiar. No sé qué. Y sé que estás en problemas. La policía te está buscando, dime por qué.
La joven jugaba con sus manos de forma nerviosa y desviaba la mirada hacia el mar, allá afuera.
—Dime que no mataste a nadie.
Ella bajó la mirada al suelo.
—Porque te ayudaré, en cualquier caso, pero si es en un homicidio en lo que estás involucrada…
—¡No te lo juro, nunca he matado ni a una mosca! — La respuesta de Harper fue tan tajante que Damon asintió convencido.
—Ok, entonces no quiero saber lo que hiciste. A Peter pareces caerle bien, y eso no es fácil, él tiene… un carácter difícil…
—Como el de su padre — Ella susurró para sí misma.
—¿Dijiste algo?
—No, solo que… es común en algunos niños… eso es todo.
—Sí, su madre… ella… bueno, él no la ve desde que tenía un año, y su terapeuta dice que tiene sentimientos de abandono, y que por eso se comporta tan rebelde, pero tú le gustaste.
—Puede ser por el hecho de que le salvé la vida — Soltó como algo obvio.
—Es algo más… no, no lo sé, en todo caso, si te llevas bien con él conservarás el trabajo, y si no, al menos te habré pagado el favor que me hiciste con mi hijo. Recibirás un sueldo, y vivirás aquí, pero debes ser consciente de que si la policía llegara a mi puerta…
—Seré discreta. Gracias por lo que hace por mí.
—Espero que lo valores. No suelo hacer esto con nadie.
—¡Si lo sabré yo!
—¿Perdón?
—No… he…, digo que mejor me voy a dormir, hoy fue un día duro…
En ese instante, se escuchó un fuerte golpe en la puerta principal. Un escalofrío le recorrió la espalda a Harper. Se dio cuenta de que no estaba a salvo. La policía la había encontrado.
Damon la empujó.
—¡Escóndete! ¡Rápido! — susurró.
Harper corrió hacia una habitación y se escondió en un armario. El sonido de la voz de Damon, llena de calma, se filtró por la puerta.
—Detective Vaughn, ¿qué puedo hacer por usted?
—Señor Kóvach, estamos preocupados por su hijo, recibimos información de que logró encontrarlo, pero como no pasó por la Estacion, creí que debería venir a verlo.
—¡Qué considerado de su parte, detective, verá, mi hijo duerme ahpra en su cama, está bien, logramos encontrarlo sano y salvo!
La mirada de Vaughn se entrecerró con sospecha.
—¿Puedo saber cómo lo encontró?
—Es muy gracioso en realidad, el mocoso se había escondido, ¡Estaba jugando y nos dio un susto de muerte a todos!
—Mmm… entonces, debe aprender a mantener un ojo sobre su hijo para no hacernos perder nuestro tiempo, señor Kóvach, porque estábamos buscando a una peligrosa fugitiva y la situación con su hijo nos retrasó, ahora esa mujer puede estar en cualquier parte… — Lanzando una mirada de paneo general al lobby — No la tendrá usted en casa, ¿Verdad?
Harper sintió un escalofrío y su corazón por poco se detiene Estaba a punto de ser descubierta.
—¿Una fugitiva, en mi casa? — preguntó Damon, fingiendo un tono de sorpresa — ¿Pero se ha vuelto usted loco?
El policía se rio entre dientes.
—No creerá que se lo pregunté en serio, ¿Verdad?
Damon endureció el semblante adoptando su habitual gesto de superioridad del millonario malgeniado.
—Pero… si la ve, por favor llame a la policía.
—Claro. — dijo Damon, su voz era un susurro.
Los pasos del Detective Vaughn se alejaron. Harper, escondida en el armario, sintió una mezcla de alivio y confusión. Se dio cuenta de que su vida se había convertido en un laberinto de mentiras. Salió del armario.
—¿Estás bien? — preguntó Damon.
Harper asintió. Damon se acercó a ella, y sus ojos se clavaron en los suyos.
—¿Quién eres? — dijo Damon, su voz era un susurro.
—Ya te lo dije. Soy Serena — respondió Harper, haciendo lo posible por no demostrar temor, pero temblaba como una hoja.
—No. Me miras como si me conocieras. Como si supieras algo. ¿Quién eres, en verdad?