—Quiero compensarte el salvar a mi hijo de ese maniaco — Damon dijo con tanta humildad que Harper abrió mucho los ojos sin poder creérselo, no después de lo que recordaba del tipo.La chica se giró para apresurar su salida, pero él volvió a gritar.—¡Alto, detente! — La voz de Damon fue un golpe seco en el silencio del almacén. No era una pregunta, sino una orden. Una orden tan cargada de autoridad que Harper sintió la necesidad instintiva de detenerse.El corazón le latía desbocado, tanto por el miedo a la policía, como por el vértigo de haber salvado a un niño solo para enfrentarse a su padre, el hombre que la había despreciado y que ahora, irónicamente, se había convertido en su única esperanza.Él se acercó a ella con lentitud, y sus ojos grises, antes fríos y distantes, ahora la miraban con una mezcla de confusión, urgencia y una familiaridad que le revolvía el estómago.—¡Por favor, no te vayas! — repitió, su voz más calmada pero aún con un hilo de desesperación —. ¿Cómo te llam
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