Esa noche fue consumida por la miseria, estaba cansada, y su único resguardo fue una botella de vino que bebía sin descanso.
Su melancolía aumentaba conforme aquella promesa vacía que le había prometido a la loba tanto tiempo atrás, ahora solo sería sumida en sus pensamientos.
De alguna manera a pesar de ser una prostituta había encontrado la forma de enamorar a la Alfa qué lloraba su partida en su oficina, observó con enojo el mapa qué había marcado con aquellas aldeas aventando con fuerza la botella.
Su precisión fue tal que logró dar con la parte marcada del mapa, estaba cansada y acabada con todos aquellos que una vez la hicieron sufrir.
En un estado de embriaguez, después de horas de beber y que la mancha de aquel vino se secara por completo, Nysa, recostada de la manera más incómoda posible sintió un brillo singular.
Una luz azulada que se reflejó en su cara interrumpiendo parte de su paz.
—Su majestad —escuchó llamar —Nysa, mi amor…
Repetía sin parar, casada de aquellos lamento