Aun sintiéndose intrigada decidió abrir el libro, sus ojos desgastados y algunas con manchas retrataban la noche de varias prostitutas, pudo reconocerlas por dos cosas, la marca en su pecho, y que ninguna mujer modelaría para un artista, desnuda.
Su amante estaba avergonzado, cada vez que pasaba la página era una ilustración más explícita la cual tenía en cuenta que eran demasiado para una mujer tan fina y pura como la Reina; sin embargo, su expresión demostraba lo contrario porque a pesar de todo, ella no mostraba ningún signo de incomodidad.
—Cuando dices “la manada del amor” ¿a qué te refieres exactamente? —inquirió detallando los pechos de una loba
—A las aldeas rojas de la manada y sus allegados —respondió con incomodidad
Dejó sus herramientas de pintura sobre una mesa de roble rojo, se levantó con cuidado del taburete mientras sus manos son limpiadas por el mismo trapo con el que limpia sus pinceles.
Se acercó a ella mientras sus ojos no paran de detallar la textura entre el p