La revelación de Anselmo había sembrado un silencio denso y cargado de preguntas en la cabaña de Elara.
Valentina fue la primera en romper el silencio. —¿Por qué nunca nos contaste esto antes, Anselmo? Esta información... cambia todo. Explica muchas cosas, el interés del abuelo de Javier en el cofre, quizás incluso por qué mi madre... por qué Soraida nos protegió de él.
Anselmo suspiró, pasando una mano temblorosa por su rostro arrugado. —Era un dolor muy profundo, Valentina. Una herida que nunca cicatrizó por completo. Ver cómo ese hombre prosperaba con lo que me había robado, sabiendo que Esmeralda y su hija quizás sufrieron por su ambición... era algo que prefería mantener enterrado. No quería revivir ese rencor. Pero al escuchar hablar del cofre, sentí que era mi deber contarles la verdad, aunque fuera dolorosa.
Richard asintió lentamente, procesando la información. La figura del abuelo de Javier se volvía cada vez más oscura y compleja. Un hombre capaz de robar los sueños de su