La madrugada nos dejó sin aliento y con la sensación pegajosa de haber rozado algo prohibido. Creí que podíamos volver a casa y fingir normalidad. Me equivoqué.
Apenas amanecía cuando mi teléfono vibró. Un número desconocido. Abrí el mensaje con las manos todavía entumecidas por la noche: “Cuenta en revisión. Todos los movimientos están bloqueados.”
No había firma. No hacía falta. Era la primera ola.
—¿Qué significa eso? —pregunté sin saber a quién. Sebastián maldijo bajo la respiración.
—Que hemos conseguido frenar la transferencia, pero alguien ha activado protocolos más agresivos. Eso puede ser un buen indicio… o el principio de que Julián sabe moverse rápido para protegerse. —Su voz no buscó tranquilizarme; explicó.
En la oficina del banco, a las nueve, la mujer de recepción me recibió con una mezcla de frialdad y pena profesional. Me pidieron documentos, explicaciones sobre transacciones inusuales; me hicieron firmar acuses de recibo que no entendía. Alguien había puesto en marc