Capitulo 50

– El trapo y los narcisos

Alondra sintió que el espacio de la casa se encogía a su alrededor. Con el corazón en la garganta, regresó a su habitación con paso firme, decidida a empacar sus cosas y marcharse. Pero al pasar por la sala, escuchó la voz grave de Carlos.

—Seguro estás pensando en irte a la Cumbre… —dijo sin apartarle la mirada—. Siempre que las cosas no marchan bien, alzas el vuelo.

Carlos acompañó sus palabras con un ademán de las manos, como si desnudara su pensamiento.

Alondra forzó una sonrisa ligera, casi burlona.

—Las cosas están de maravilla, Carlos. —articuló con ironía, escondiendo la rabia tras un tono calmo.

Se dio media vuelta para retirarse, pero Carlos la siguió unos pasos y, con voz firme, añadió:

—Por cierto… esa bata no te queda. Es mía.

Alondra se detuvo en seco. Sus ojos se clavaron en él, serios, a punto de soltarle un reproche, cuando la voz suave de Paloma interrumpió la escena al salir de la habitación.

Carlos, casi instintivamente, tomó la mano de Pa
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