Capitulo 60

Después de lo ocurrido, Alondra regresó a La Esperanza, pero aquel día su mente estaba exhausta. Cada pensamiento sobre Camilo le provocaba un cansancio que nada podía aliviar.

—No puedo creer que Camilo te haya hecho esto, hija… —dijo Emiliano, con el rostro tenso y la voz quebrada.

Alondra se sirvió un trago de whisky, lo bebió de un solo sorbo y asintió sin decir nada. Luego, agarró la botella y subió hacia su habitación.

Se quitó la ropa y la dejó caer al suelo. Aún podía sentir los dedos de Camilo rozando su rostro, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

—Maldito… —susurró con desprecio—. Cómo pude pensar que eras alguien… y hasta pedirte perdón, cobarde.

Alguien tocó la puerta, pero ella respondió sin mirar:

—Quiero estar sola. De verdad.

Carlos, que había estado cerca, se retiró hasta la sala, donde vio a Paloma con sus maletas. Sus ojos estaban rojos, llenos de lágrimas. Sin pensarlo, la abrazó con fuerza.

—Me engañó… —balbuceó ella entre sollozos—. Yo pensé que era
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