Mundo ficciónIniciar sesiónLa casa estaba envuelta en una calma tibia, de esas que llegan con el amanecer cuando la luz entra despacio por las cortinas. Emma estaba sentada en el sofá del salón, el cabello desordenado cayéndole sobre los hombros, el rostro pálido por las noches en vela. En sus brazos, el pequeño Eugene descansaba, acurrucado y dormido mientras mamaba con esa paz inocente que solo los recién nacidos tienen.
Sus pequeños dedos se enredaban en el borde de la blusa de Emma, y ella, con la mirada fija en él, sentía cómo una mezcla de ternura y miedo le encogía el pecho. Desde que había llegado al mundo, su vida se había transformado en algo que jamás imaginó: amor, cansancio y una constante preocupación.
Harry apareció en el marco de la puerta, despeinado y con la mirada somnolienta. En una mano traía una taza de café y en la otra un gesto de pura ternura. Se acercó con pasos lentos y, sin decir palabra, se sentó a su lado. Pasó un brazo por encima de los hombros de Emm







