Mundo ficciónIniciar sesiónLas semanas pasaron como un suspiro entre amaneceres tranquilos y noches interrumpidas por el llanto del pequeño Eugene. El hogar que Harry había preparado se llenó pronto de vida: del aroma a café recién hecho, de risas nerviosas, de canciones suaves que Emma tarareaba mientras acunaba al bebé y de las miradas llenas de asombro del hombre que alguna vez creyó que no sabría ser padre.
Cada rincón de la casa tenía un pedazo de ellos. En el salón, los juguetes empezaban a invadir el suelo; en la cocina, los frascos con comida para bebé reemplazaban las tazas de café; y en el dormitorio, los dos dormían abrazados, agotados pero felices, con Eugene durmiendo en su cuna al lado.
Emma había cambiado. Ya no era la joven insegura que dudaba de cada paso que daba. Había madurado, aprendido a soltar el miedo. A veces, cuando el bebé dormía, se quedaba observándolo largo rato, con la mente perdida entre pensamientos. Le hablaba en voz baja, como si qui







