Mundo ficciónIniciar sesiónEl aire olía a humedad y desinfectante viejo. El zumbido del neón sobre su cabeza era la única compañía constante. Violeta no sabía cuánto tiempo había pasado desde que la golpearon; el pulso en su sien lo medía todo, lento y agónico. Sus muñecas ardían bajo las cuerdas, y la mordaza apenas le permitía respirar. Sentía la piel pegajosa por el sudor, el corazón desbocado. Intentó moverse, tantear con los dedos, pero apenas logró un roce inútil con la silla metálica.
La habitación era pequeña, con paredes descascaradas y un olor ácido que le revolvía el estómago. Frente a ella, Tonia caminaba de un lado a otro con el rostro parcialmente cubierto por gasas. Aún se distinguía la piel quemada que asomaba por los bordes, una mancha rojiza que parecía consumirla tanto por fuera como







