Sofía sostuvo a Antonio entre sus brazos, con el corazón desbocado. Sus ojos siguieron con horror cómo el atacante se perdía entre la multitud, desapareciendo. El miedo y la adrenalina se mezclaban en su pecho, y de repente un dolor punzante se extendió desde su corazón, abrazando todo su cuerpo. Las lágrimas brotaron sin control.
—Sofía… no llores —susurró Antonio, con voz débil pero firme—. Estoy bien.
—¡Antonio! —exclamó ella, sorprendida y temblorosa—.
— . ¡Cálmate!
Solo siento un poco de dolor… nada más —respondió él, intentando tranquilizarla.
Sofía respiró hondo y, con determinación, se levantó. Con cuidado, colocó su brazo bajo los hombros de Antonio y lo sostuvo cerca de ella.
—Apóyate en mí, por favor. Te llevaré al hospital —dijo con firmeza.
Antonio asintió de inmediato. Sofía lo ayudó a caminar, paso a paso, mientras la multitud comenzaba a rodearlos. Gritos, luces de celulares y murmullos llenaban el aire, pero ella solo tenía ojos para él. Desde la distancia, Brian obs