Brian iba sentado en el auto mientras el chofer conducía, pero apenas era consciente del movimiento del vehículo. Temblaba de pies a cabeza; sentía que la sangre le hervía en las venas y al mismo tiempo el frío le calaba los huesos. Su mente no dejaba de repetir una sola imagen: Sofía tirada en el suelo, desangrándose, sus ojos fijos, apagados… y él, con el arma todavía caliente en la mano.
Su corazón latía tan fuerte que parecía que iba a romperle el pecho. No podía dejar de pensar en cómo había jalado el gatillo, en cómo su cuerpo había caído como una muñeca rota. Sofía, que alguna vez lo miró con devoción…Yacía sola, perdida, quizá ya muerta.
Aunque la odiara, aunque sus mentiras y traiciones lo hubieran consumido, nada justificaba esa imagen. Nada justificaba el vacío que le carcomía las entrañas. Recordó, con un dolor punzante, cuando ella iba a la mansión solo para verlo; cómo le hablaba durante horas mientras él la ignoraba deliberadamente. Ahora, imaginar que jamás volvería a