Sofía sintió cómo un temblor recorría sus manos mientras apretaba las sábanas. Su pecho ardía, y cada respiración le dolía como si aún tuviera la bala dentro.
Los recuerdos de Brian frente a ella, la bala y el suelo frío volvieron en oleadas, cada uno más punzante que el anterior. Un nudo se formó en su garganta y las lágrimas rodaron sin control.
Una enfermera entró apresurada al verla despierta.
—¿Se siente bien, señorita? —preguntó con voz suave mientras revisaba el monitor—. Tuvo mucha suerte… casi pierde la vida. Si no hubiera sido por su esposo, quien la trajo, quizás no estaría aquí.
Sofía frunció el ceño, confundida. ¿Esposo? ¿Acaso Brian había regresado por ella? ¿Se habría arrepentido de lo que hizo? Su mente estaba llena de preguntas que no encontraba cómo responder.
El sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos. Antonio entró en la habitación. Sofía lo miró sorprendida; su apariencia lo decía todo. Tenía profundas ojeras, los ojos rojos y secos de