Capítulo 24: ¿Ni una sonrisa? Deja de ser tan aguafiestas.
El almacén olía a aceite rancio, polvo y humedad. La luz de una sola bombilla colgante iluminaba tenuemente un espacio vacío, excepto por una mesa de metal y un par de sillas. Anastasia, ajustó la mascarilla negra que le cubría la mitad inferior del rostro y se aseguró de que sus lentes de sol estuvieran firmemente colocados. Cada superficie aquí parecía impregnada de desesperanza y actividades innombrables. Era el lugar perfecto para un trato sucio.
La puerta metálica del fondo se abrió con un chirrido que le erizó la piel. Un hombre se deslizó dentro. Alto, demacrado, con una delgadez que hablaba más de vicio que de salud. Su rostro estaba marcado por cicatrices y una asimetría desagradable, con ojos pequeños y muy juntos que la evaluaron de inmediato, como un buitre olfateando carroña. Su postura, sin embargo, transmitía una peligrosidad latente, la de una serpiente a punto de atacar.
—Usted es la que preguntó por un 'servicio especial' —dijo el hombre, su voz era un raspado áspero