Zamir se miró al espejo de cuerpo entero en su ático, ajustándose los gemelos de la camisa. Se dio una aprobación silenciosa al ver que su elección de ropa era la adecuada; un traje hecho a medida de corte italiano, color azul noche, que resaltaba su figura atlética, combinado con una camisa blanca inmaculada sin corbata, para darle un toque de desenfado elegante. Su cabello estaba peinado de forma prolija, ni un mechón fuera de lugar.
Por un momento, la duda lo asaltó.
—¿Será que es demasiado? —se preguntó, frunciendo el ceño—. No es una gala, es una cita.
Pero rápidamente descartó la inseguridad. Sabía que tenía que dar realmente una buena impresión, especialmente con una mujer que lo había intrigado tanto en un encuentro casual. Siempre era mejor pecar de elegante que de descuidado. Por eso se quedó con esa elección; estaba conforme con ello.
Se aplicó un poco de su perfume exclusivo, y se verificó por última vez frente al espejo antes de salir de la habitación. Tomó las l