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Al final del día, la habitación del bebé mostraba un progreso maravilloso. Las paredes lucían el suave gris perla, y la cuna ya estaba ensamblada en un rincón, un símbolo firme de la esperanza. Miranda abrazó a Vera con un sentimiento de profunda gratitud.

—Vera, has hecho un trabajo increíble. Gracias por estar aquí, apoyándome. La verdad es que no sé qué haría sin ti —le regaló un cumplido, con una sonrisa enorme en la cara.

Vera le devolvió el abrazo, su alegría de recién prometida desbordando.

—No te preocupes, Miranda. Siempre voy a estar aquí para ti, y más cuando se trata de acompañarte en este proceso tan importante —le aseguró Vera, dándole un golpecito cariñoso en el brazo—. También quiero que sepas que estaba pensando que deberías ir buscando nombres de niños y niñas. Tal vez se te ocurra uno idóneo.

Miranda se rió, admitiendo:

—Pues en realidad no he pensado demasiado en eso. Creo que sería demasiado apresurado. Voy a esperar hasta que me revelen el sexo del bebé —terminó
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