Alec terminó a solas en su despacho en casa, ignorando por completo los reclamos de su esposa, quien después de un rato se había cansado de golpear la puerta y al parecer se fue.Le marcó a su madre y Elizabeth atendió con un tono de voz calmado, mientras que él estaba lleno de mucha frustración.—Lo sabe, Miranda ha tenido el atrevimiento de contratar a alguien para que me siga y tome fotografías.—¿Sabe sobre el niño? —inquirió a la espera.—No, madre.—De acuerdo. Pero se lo dirás pronto, ¿verdad?—Sí, debo hacerlo.—Te pediría que te divorcies ahora mismo de Miranda y te cases con Beatrice, pero no podemos arriesgarnos.—Lo sé. Miranda está tan molesta —declaró, llevándose un dedo a la sien—. Estoy harto de ella, nunca sonríe, nunca hace nada bien, se la pasa en la habitación y ni siquiera cumple su papel como esposa.Incluso durante sus quejas, se sintió un poco contrariado, como si no sintiera del todo eso que decía sentir por ella. Porque, mientras más hablaba, con ahínco se pr
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