Jaden, Julie, Marvin y Drax estaban en un restaurante.
El restaurante estaba lleno de un ambiente cálido y acogedor, el tipo de ambiente que te hace olvidar las preocupaciones, al menos por un momento. La mesa estaba llena de comida, había pollo frito, carne a la parrilla, empanadas, fideos... una fiesta digna de un rey y sus soldados.
Drax estaba devorando un pollo entero con un hambre pura y cruda que parecía provenir de lo más profundo de su alma. Sus manos estaban regordetas y su rostro manchado con el sabroso jugo del pollo, pero no se veía afectado por las miradas de los comensales de las mesas cercanas.
—Todavía no te he agradecido adecuadamente por salvar a Julie, Jaden —Marvin suspiró en voz baja, y un destello de arrepentimiento se filtró en su voz—. Si no hubieras llegado a tiempo, habría sido casi imposible rescatarla de manos de los Gravesend.
Jaden miró hacia arriba desde su plato, y una ternura se reflejó en su penetrante mirada. —No me des las gracias, Marvin. Julie