Caitlyn no era una experta, pero tantos años junto a Darren y Brianna le habían dejado algunos conocimientos. Sus manos temblaban un poco al principio, pero pronto recuperó el control. Limpió la herida con sumo cuidado y la suturó con hilo fino y firmeza en la aguja. Por suerte, no había huesos rotos, solo un corte profundo en el cuero cabelludo que sanaría en un par de días.
Pero ella sabía que había otras heridas más profundas, las que no se curaban con alcohol ni puntadas. Heridas del alma. De esas que supuran cuando nadie las ve.
Aidan no hablaba. Tara apenas respondía a las preguntas de Caitlyn sobre sus lesiones. Y Declan solo se limitaba a sostener la mano de su compañera como si temiera que, al soltarla, el ancla que lo mantenía en su piel también desapareciera. Egan continuaba rondando alerta en la superficie.
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