Capítulo Setenta y Uno. Donde la sangre encuentra la sangre
El rugido de Kael hizo temblar las piedras del castillo.
Su lobo dorado emergió, enorme, radiante… pero esa luz ardía con una furia desesperada, no con la dignidad de un rey.
Rowan apenas tuvo tiempo de transformarse de nuevo, huesos quebrándose y rearmándose, hasta que su lobo oscuro —más grande ahora, más imponente— le hizo frente.
El choque de ambos fue brutal.
Pelaje contra pelaje. Garra contra garra.
Un estrépito que retumbó en cada muro, haciendo caer trozos de piedra y polvo.
La manada entera los miraba, paralizada.
Porque aquello no era solo una pelea.
Era la verdad reclamando su lugar.
Lyra quiso correr hacia ellos, pero Morgana le sostuvo el brazo con fuerza.
—¡No! —ordenó la bruja, la voz áspera como el viento de invierno—. Si intervienes, romperás el equilibrio del juicio.
—¡Se matarán! —gritó Lyra, su corazón destrozándose con cada zarpazo.
—Este es el precio —dijo Morgana, con dolor en los ojos—. El precio de la