La primera luz del alba se filtraba a través de las persianas de la oficina privada donde Mirza Aslan guardaba sus registros personales. No era un despacho lujoso: las paredes desnudas, una estantería con carpetas etiquetadas y una mesa amplia eran suficientes. Pero en ese espacio austero, Nehir Karaman y Mirza se preparaban para un ritual que pondría a prueba todo lo que habían construido juntos: la confianza.
Se miraron en silencio antes de encender las lámparas. Ella llevaba un abrigo negro sobre un vestido sobrio; él, una camisa impecable y la mirada intensa. Ambos sabían que esa mañana no se trataba solo de despejar rumores. Era el momento en que sus vidas quedarían al desnudo.
Mirza caminó hacia una esquina del despacho y accionó un panel secreto. Tras él, apareció una caja fuerte empotrada en la pared. Sus manos temblaron apenas al introducir la clave.
—Prométeme que no cerrarás la puerta —murmuró Nehir, acercándose para tomar su mano—.
—No me atrevería —respondió él, desliza