Los ojos de Nehir. No habían dejado de ver esa fotografía.
La fotografía había sido publicada apenas pasadas las seis de la mañana. Los portales no necesitaron más que una sola imagen borrosa: Mirza sentado frente a Leyla en lo que parecía una sala de reuniones. Nada en ella era especialmente incriminatorio. Ninguna mano tocada. Ninguna sonrisa excesiva. Pero lo que mataba no era el contenido, era el contexto.
Nehir la recibió en su móvil mientras estaba en el tocador, justo al salir de la ducha. El cabello aún goteando, el pecho desnudo de defensas. La vio. Y por primera vez en mucho tiempo… titubeó.
No gritó. No lanzó el teléfono. No pidió explicaciones.
Solo se sentó en el borde del sillón.
Y tembló.
No por celos. Por vulnerabilidad.
Ella sabía que Mirza tenía enemigos. Que Leyla era más serpiente que sombra. Pero verlo con ella —aunque fuera solo una imagen— era como sentir que, por debajo de todo, el hielo podía romperse. Y que quizá la única mano que había sostenido durante el