Samantha despertó temprano al día siguiente, aún con la mente llena de las palabras de Alexander. Había pasado la noche dándole vueltas a lo que él le había dicho, tratando de armar las piezas del rompecabezas, pero todo se sentía demasiado grande, demasiado abrumador. Se levantó de la cama, sintiendo el peso de las decisiones que había tomado. Ahora más que nunca, su vida no era solo suya; estaba en juego el destino de muchos, tal vez el destino del mundo entero.
El café humeante que preparó no logró calmar la inquietud que sentía en su estómago. Cada sorbo parecía llenar más los vacíos que la incertidumbre dejaba en su interior. El artefacto. Era la pieza crucial de todo este rompecabezas, y aunque Alexander había hecho todo lo posible por explicarle la importancia de encontrarlo, Samantha seguía sin entender por completo cómo ella encajaba en esa ecuación. ¿Qué relación tenía ella con algo tan poderoso y antiguo? ¿Por qué su conexión con el artefacto parecía ser tan vital?
No pudo