Verdades Ocultas

La ciudad de Nueva York nunca dormía, pero Samantha Ortega sí lo necesitaba. O al menos, eso intentaba. Sin embargo, esa noche su mente no le dio tregua.

El hallazgo de su tío Javier en el almacén de Marco Salazar la había dejado inquieta. Llevaba años sin verlo, y la última vez que tuvo noticias de él, había jurado que se alejaría de los negocios turbios. Y sin embargo, ahí estaba, en medio de un asunto que involucraba a Vaughn Enterprises.

No podía ignorar esto.

Su instinto le decía que debía investigarlo a fondo antes de tomar una decisión.

A la mañana siguiente, con una taza de café fuerte en la mano y unas ojeras que apenas lograba disimular con maquillaje, Samantha llegó a la oficina. Para su sorpresa, al abrir su correo electrónico, encontró un mensaje directo de Alexander Vaughn con un simple contenido:

"Mi oficina. Ahora."

Suspiró, dejó su café sobre el escritorio y se dirigió al despacho del CEO.

Cuando entró, lo encontró de pie junto al ventanal, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en la ciudad. Su postura era la de un hombre que analizaba cada detalle de su entorno, como si jugara una partida de ajedrez en la que siempre debía ir un paso adelante.

-Cierre la puerta -ordenó sin volverse.

Samantha obedeció, sintiendo una ligera opresión en el pecho.

-¿Para qué me llamó?

Alexander se giró lentamente. Sus ojos se posaron en ella con un brillo frío, calculador.

-Ayer le pedí que investigara a Marco Salazar. Hoy quiero que me diga exactamente qué encontró.

Su tono era neutral, pero Samantha sabía que no era una pregunta casual.

Mantuvo la compostura y respondió con calma:

-Aún sigo investigando. Pero hay algo curioso... Salazar renunció hace tres meses sin ningún aviso y, desde entonces, ha estado en contacto con varias empresas rivales. Parece que estaba interesado en vender información privilegiada.

-Eso ya lo sabía -respondió Alexander, inclinándose ligeramente sobre su escritorio-. ¿Algo más?

Samantha dudó por una fracción de segundo. No podía contarle lo de su tío sin pruebas concretas.

-Aún estoy cruzando datos, pero su historial financiero tiene algunas irregularidades. Quiero analizarlo más a fondo antes de sacar conclusiones.

Alexander la observó en silencio, como si estuviera midiendo el peso de cada una de sus palabras.

-Es curioso -dijo al cabo de unos segundos-. Porque tengo la impresión de que me está ocultando algo.

Samantha sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

-No tengo razones para hacerlo.

-Todo el mundo tiene razones -respondió él con una sonrisa enigmática-. La cuestión es si son lo suficientemente fuertes como para mantenerlas ocultas.

El aire entre ambos se volvió denso.

Finalmente, Alexander se alejó de su escritorio y tomó un expediente que estaba sobre la mesa.

-Si realmente quiere demostrar su valía, entonces haga esto -dijo, extendiéndole el archivo.

Samantha lo tomó y lo abrió. Su corazón latió con fuerza al ver el contenido. Era un contrato confidencial entre Vaughn Enterprises y una compañía de seguridad privada.

-¿Qué es esto?

-Una operación que requiere discreción absoluta -respondió Alexander, mirándola fijamente-. Necesito que me consiga información sobre un grupo que ha estado interfiriendo en nuestros negocios. Tienen contactos en el gobierno y están metiéndose en asuntos que no les corresponden.

Samantha leyó el expediente con rapidez. La empresa de seguridad tenía vínculos con agencias gubernamentales, pero su historial era limpio. Sin embargo, había algo entre líneas que la inquietaba.

-Esto es... peligroso -murmuró.

-Por supuesto que lo es -Alexander sonrió levemente-. Pero pensé que a usted le gustaban los desafíos.

Samantha levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.

-¿Por qué confía en mí para esto?

-Porque quiero saber hasta dónde está dispuesta a llegar -dijo en un tono bajo, casi como un susurro.

Las palabras hicieron que un escalofrío recorriera su cuerpo.

Sabía que Alexander Vaughn no era un hombre que hiciera algo sin una razón. Y, de alguna manera, ella había entrado en su juego.

Pero si él pensaba que podía controlarla, estaba muy equivocado.

-Está bien -respondió con firmeza-. Haré mi trabajo.

Alexander la observó por unos segundos antes de asentir.

-Bien. No me decepcione.

Samantha tomó el expediente y salió de la oficina con una mezcla de adrenalina y cautela.

Estaba claro que esto no era solo una simple investigación.

Alexander la estaba poniendo a prueba.

Y ella debía decidir hasta qué punto estaba dispuesta a jugar su juego... sin perderse a sí misma en el proceso.

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