El día transcurrió con una tensión latente que flotaba en el aire. Después de su conversación en el piso 50, Samantha no pudo evitar preguntarse cuál era la verdadera intención de Alexander Vaughn al llamarla allí. ¿Estaba probándola? ¿O acaso estaba buscando algo más?
De cualquier forma, ella no tenía intención de ceder terreno.
Centrada en su trabajo, revisó cada documento y organizó la agenda de Alexander con la precisión de un reloj suizo. Cuando la noche cayó sobre la ciudad, la mayoría de los empleados se marcharon, pero Samantha seguía en su escritorio, respondiendo correos y asegurándose de que todo estuviera listo para la mañana siguiente.
No esperaba que la puerta del despacho de Alexander se abriera de repente.
-¿Aún aquí? -preguntó él con su tono característico, mezclando sorpresa y curiosidad.
-No me gusta dejar asuntos pendientes -respondió sin levantar la vista de la pantalla.
Alexander se apoyó en el marco de la puerta, observándola.
-Eso es lo que diferencia a los mediocres de los imprescindibles.
Samantha dejó el teclado y se giró hacia él.
-¿Eso significa que soy imprescindible?
Él sonrió de lado, pero no respondió. En cambio, se acercó lentamente a su escritorio y dejó un archivo sobre la superficie de vidrio.
-Necesito que investigue a esta persona.
Samantha frunció el ceño y tomó el documento. Al abrirlo, encontró una foto de un hombre de unos cuarenta años, con una expresión endurecida por la vida. Su nombre figuraba en la primera línea del informe preliminar: Marco Salazar.
-¿Quién es?
-Un problema.
Ella levantó la mirada, esperando una explicación.
-Trabajaba para nosotros, pero parece que decidió hacer negocios por su cuenta... y con la competencia equivocada.
Samantha analizó la información. En el fondo, sabía que no era raro que grandes empresas como Vaughn Enterprises lidiaran con traiciones internas. Lo que le llamaba la atención era que Alexander le estuviera confiando esa tarea a ella.
-Podría asignarle esto a cualquiera de sus asistentes o a su equipo de seguridad -dijo con cautela-. ¿Por qué yo?
Él sostuvo su mirada con intensidad.
-Porque quiero ver hasta dónde está dispuesta a llegar.
El desafío en sus palabras era innegable.
Samantha no parpadeó.
-Entonces haré mi trabajo.
Alexander asintió con aprobación.
-Espero que no me decepcione, señorita Ortega.
Esa noche, Samantha se llevó el archivo consigo y pasó horas investigando. Descubrió que Marco Salazar había trabajado en la división de finanzas de Vaughn Enterprises hasta hace tres meses, cuando renunció sin previo aviso. Lo curioso era que, desde entonces, había estado en contacto con empresas rivales.Pero lo que realmente la inquietó fue un dato enterrado entre las páginas de su historial financiero.
El nombre Ortega aparecía vinculado a un antiguo contrato de inversión.
Samantha sintió un escalofrío.
Era solo un apellido común, pero su instinto le decía que no debía ignorarlo.
Su investigación la llevó a una dirección en el barrio de Brooklyn, un viejo almacén que, según los registros, pertenecía a Marco Salazar. Decidió que no podía dejar ese cabo suelto, así que a la mañana siguiente, antes de dirigirse a la oficina, pasó por la zona.
Desde el asiento de su auto, observó el lugar. No parecía abandonado, pero tampoco tenía signos de actividad reciente. Justo cuando estaba por irse, vio algo que la dejó helada.
Un hombre salía del almacén... y no era Marco Salazar.
Era alguien a quien Samantha no veía desde hacía años.
Su tío, Javier Ortega.
Su corazón se aceleró. ¿Qué hacía él allí? Su familia había dejado atrás los negocios turbios hacía mucho tiempo... ¿o no?
Samantha apretó el volante. No podía dejarse llevar por suposiciones. Antes de hacer cualquier movimiento, necesitaba más información.
Respiró hondo y decidió que, por ahora, mantendría este hallazgo en secreto.
De vuelta en la oficina, Samantha intentó enfocarse en su trabajo como si nada hubiera pasado, pero su mente no dejaba de dar vueltas.Durante la reunión de la tarde, Alexander parecía especialmente observador, como si pudiera notar su distracción. En un momento en que la sala quedó en silencio tras la exposición de un directivo, él habló sin mirarla directamente.
-Señorita Ortega, ¿algo le preocupa?
Samantha se tensó, pero su expresión se mantuvo neutral.
-No, todo está bajo control.
Alexander inclinó la cabeza, estudiándola con esa mirada calculadora que parecía atravesar cualquier máscara.
-Eso espero.
El resto de la reunión continuó sin incidentes, pero Samantha supo que él no había creído del todo su respuesta.
Cuando la jornada laboral terminó y se dispuso a salir, Alexander la detuvo en la puerta.
-Acompáñeme.
Samantha sintió un nudo en el estómago, pero lo siguió hasta el ascensor.
El silencio en el reducido espacio era opresivo. Cuando las puertas se cerraron, Alexander habló sin rodeos.
-Dígame la verdad. ¿Encontró algo interesante sobre Marco Salazar?
Samantha se mantuvo firme.
-Todavía estoy recopilando información.
Alexander esbozó una sonrisa ladeada.
-Miente mejor que la mayoría, pero no lo suficiente para engañarme.
Ella apretó los labios.
-Si quiere respuestas rápidas, quizás debería encargarle la investigación a otra persona.
Él se acercó ligeramente, reduciendo la distancia entre ellos.
-Si quisiera que otra persona lo hiciera, lo habría hecho. Le dije que quiero ver hasta dónde está dispuesta a llegar.
Samantha sintió que su pulso se aceleraba. No solo por la cercanía de Alexander, sino por lo que implicaban sus palabras.
Él estaba poniendo a prueba su lealtad.
Pero lo que Alexander no sabía era que Samantha tenía sus propias razones para jugar este juego... y no estaba dispuesta a perder.
La ciudad de Nueva York nunca dormía, pero Samantha Ortega sí lo necesitaba. O al menos, eso intentaba. Sin embargo, esa noche su mente no le dio tregua.El hallazgo de su tío Javier en el almacén de Marco Salazar la había dejado inquieta. Llevaba años sin verlo, y la última vez que tuvo noticias de él, había jurado que se alejaría de los negocios turbios. Y sin embargo, ahí estaba, en medio de un asunto que involucraba a Vaughn Enterprises.No podía ignorar esto.Su instinto le decía que debía investigarlo a fondo antes de tomar una decisión.A la mañana siguiente, con una taza de café fuerte en la mano y unas ojeras que apenas lograba disimular con maquillaje, Samantha llegó a la oficina. Para su sorpresa, al abrir su correo electrónico, encontró un mensaje directo de Alexander Vaughn con un simple contenido:"Mi oficina. Ahora."Suspiró, dejó su café sobre el escritorio y se dirigió al despacho del CEO.Cuando entró, lo encontró de pie junto al ventanal, con las manos en los bolsil
Samantha pasó las siguientes horas revisando el expediente con atención. Cada línea del documento parecía gritarle que aquello no era solo una simple investigación, sino algo mucho más grande. Vaughn Enterprises estaba involucrado en una lucha de poder con una entidad que operaba desde las sombras, y Alexander la había puesto justo en el centro de la tormenta.Pero ¿por qué ella?Esa pregunta la inquietaba más que cualquier otra.Sabía que Alexander no confiaba en nadie a la ligera. Si le había asignado esta tarea, debía tener una razón específica. Tal vez la estaba probando, o tal vez quería manipularla. Pero fuera cual fuera la verdad, no podía darse el lujo de quedarse de brazos cruzados.Decidida, comenzó a rastrear información sobre la empresa de seguridad privada mencionada en el expediente. Blackstone Security Group. En la superficie, parecía una firma legítima, con contratos gubernamentales y relaciones con grandes corporaciones. Sin embargo, al profundizar, encontró datos inq
El aire frío de la noche le golpeó el rostro cuando Samantha salió del bar, siguiendo a Alexander hasta su auto. No había intercambiado una palabra con él desde que dejaron a su tío atrás, pero la tensión entre ellos era casi palpable.-Sube -ordenó Alexander con voz firme al abrir la puerta del coche.Ella no discutió. Sabía que no tenía muchas opciones.El interior del automóvil olía a cuero y poder. Las luces de la ciudad se reflejaban en los cristales oscuros mientras Alexander conducía en silencio.-¿A dónde vamos? -preguntó Samantha finalmente.-A un lugar donde podamos hablar sin interrupciones.-¿Y qué vas a decirme exactamente?Alexander entrecerró los ojos, sin apartar la vista del camino.-Lo suficiente para que entiendas en qué te estás metiendo.Samantha cruzó los brazos.-¿Y por qué ahora? ¿Por qué de repente decides contarme la verdad?-Porque me has demostrado que eres más inteligente de lo que pensaba. Y porque, quieras o no, ya estás demasiado involucrada.Samantha s
La noche avanzaba mientras Samantha intentaba procesar todo lo que Alexander le había dicho. La verdad, si es que lo que él decía era cierto, la situaba en medio de una guerra corporativa donde los aliados y los enemigos se camuflaban con facilidad.Desde la gran ventana del penthouse, la ciudad brillaba con un resplandor engañoso. Samantha sintió que su mundo se volvía aún más complicado.-Necesito respuestas -dijo finalmente, girándose para encarar a Alexander.Él dejó su vaso de whisky en la mesa de cristal y la miró con intensidad.-¿Qué quieres saber?-Quiero pruebas de lo que dices sobre mi tío. No puedo simplemente creer en tu palabra.Alexander sonrió, pero no con burla, sino con aprobación.-Eso es lo que esperaba que dijeras.Caminó hacia su oficina dentro del departamento y Samantha lo siguió. Allí, Alexander encendió una pantalla grande conectada a su sistema de seguridad. Tecleó rápidamente en su computadora y en segundos aparecieron imágenes de vigilancia, documentos y r
El sol se desvaneció detrás de los rascacielos de Nueva York, tiñendo el cielo de tonos cálidos que chocaban con la frialdad del mundo que rodeaba a Samantha. Su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar del peso de las decisiones que estaba tomando, pero sabía que ya no había vuelta atrás. Alexander Vaughn no solo era el hombre con el que había caído atrapada en un juego peligroso; era también la clave de un misterio que podría destruirlo todo, incluyéndola a ella.Esa noche, mientras regresaba a su departamento, el bullicio de la ciudad parecía más lejano, como si estuviera viviendo en una burbuja que la aislaba del resto del mundo. Su mente no podía dejar de recordar las palabras de Alexander, tan directas y penetrantes. Este mundo no perdona. La advertencia resonaba con fuerza, y por un momento se preguntó si realmente estaba preparada para las consecuencias.Al llegar a su apartamento, el silencio la envolvió como una manta pesada. Dejó caer su bolso sobre la mesa y cam
El reloj marcaba las 9:45 AM cuando Samantha entró al imponente edificio de Vaughn Enterprises. El vestíbulo, con sus mármoles pulidos y sus paredes adornadas con obras de arte contemporáneo, era el reflejo de lo que representaba Alexander Vaughn: poder, riqueza y control. Cada rincón, cada detalle de ese lugar le susurraba lo que él había logrado, lo que había construido, y de alguna manera, ella no podía evitar sentirse pequeña ante tanta opulencia.Caminó hacia el ascensor con una determinación que solo era externa, porque en su interior, la incertidumbre le comía los nervios. Las palabras de su tío aún resonaban en su mente, y el rostro de Alexander, tan frío y distante, seguía acechándola. Ella había sido elegida para estar en el centro de este juego, y aunque había intentado negar el peso de esa responsabilidad, ahora no podía escapar.El ascensor se detuvo con un suave ding y las puertas se abrieron, revelando el piso donde Alexander trabajaba. El aire en el lugar era diferente
Samantha no podía dejar de pensar en las palabras que acababa de escuchar. La voz al otro lado del teléfono había sonado tan segura, tan decidida. "No confíes en nadie, ni siquiera en Alexander Vaughn". Las palabras giraban en su mente, una y otra vez, como un eco que no podía acallar. La imagen de Alexander, su presencia tan dominante y controladora, se superponía a la voz en la llamada. ¿Qué quería decir realmente? ¿De qué manera estaba ella en peligro?La luz del sol se colaba a través de las cortinas de su apartamento, pero por dentro, Samantha se sentía atrapada en una oscuridad que no lograba comprender. La llamada había sido directa, cortante, pero también llena de amenazas implícitas. ¿Quién más sabía lo que ella había hecho? ¿Qué secretos tenía su tío, Javier, que ella no conocía? Las preguntas la asfixiaban, pero no podía encontrar las respuestas por sí misma.Casi por instinto, su mano buscó su teléfono y comenzó a marcar el número de Javier. Necesitaba respuestas, y él era
Samantha despertó con una sensación de opresión en el pecho. El sol apenas se filtraba entre las cortinas, pero su mente ya estaba a pleno rendimiento, dando vueltas a lo que había sucedido en las últimas 24 horas. La llamada de Javier aún resonaba en su cabeza como un eco constante. ¿Qué tan lejos llegarían las ramificaciones de su familia? ¿Qué secretos tenía realmente Alexander Vaughn que podrían involucrarla aún más en este juego del que sentía que cada vez tenía menos control?A pesar de la ansiedad que le invadía, su jornada comenzaba como cualquier otra. A las 9:00 am, se encontraba frente al escritorio de Alexander Vaughn, mirando las montañas de papeles que debía ordenar antes de la reunión con los directivos. Pero su mente no estaba allí, sino en las palabras de su tío. No podía dejar de pensar en lo que Javier había insinuado, en cómo había hablado de su apellido y del legado de su madre. ¿Qué le había sucedido realmente a su familia? ¿Por qué todo esto parecía estar entrel