El aire frío de la noche le golpeó el rostro cuando Samantha salió del bar, siguiendo a Alexander hasta su auto. No había intercambiado una palabra con él desde que dejaron a su tío atrás, pero la tensión entre ellos era casi palpable.
-Sube -ordenó Alexander con voz firme al abrir la puerta del coche.
Ella no discutió. Sabía que no tenía muchas opciones.
El interior del automóvil olía a cuero y poder. Las luces de la ciudad se reflejaban en los cristales oscuros mientras Alexander conducía en silencio.
-¿A dónde vamos? -preguntó Samantha finalmente.
-A un lugar donde podamos hablar sin interrupciones.
-¿Y qué vas a decirme exactamente?
Alexander entrecerró los ojos, sin apartar la vista del camino.
-Lo suficiente para que entiendas en qué te estás metiendo.
Samantha cruzó los brazos.
-¿Y por qué ahora? ¿Por qué de repente decides contarme la verdad?
-Porque me has demostrado que eres más inteligente de lo que pensaba. Y porque, quieras o no, ya estás demasiado involucrada.
Samantha s