La noche avanzaba mientras Samantha intentaba procesar todo lo que Alexander le había dicho. La verdad, si es que lo que él decía era cierto, la situaba en medio de una guerra corporativa donde los aliados y los enemigos se camuflaban con facilidad.
Desde la gran ventana del penthouse, la ciudad brillaba con un resplandor engañoso. Samantha sintió que su mundo se volvía aún más complicado.
-Necesito respuestas -dijo finalmente, girándose para encarar a Alexander.
Él dejó su vaso de whisky en la mesa de cristal y la miró con intensidad.
-¿Qué quieres saber?
-Quiero pruebas de lo que dices sobre mi tío. No puedo simplemente creer en tu palabra.
Alexander sonrió, pero no con burla, sino con aprobación.
-Eso es lo que esperaba que dijeras.
Caminó hacia su oficina dentro del departamento y Samantha lo siguió. Allí, Alexander encendió una pantalla grande conectada a su sistema de seguridad. Tecleó rápidamente en su computadora y en segundos aparecieron imágenes de vigilancia, documentos y r