El primer día de Samantha en Vaughn Enterprises comenzó mucho antes de que el sol asomara en el horizonte. A las seis en punto de la mañana, ya estaba frente al espejo, ajustándose el saco negro que combinaba con su blusa de seda color crema. Se miró con atención: debía proyectar seguridad y profesionalismo. Nada podía salir mal.
Al llegar al edificio, fue recibida por Rachel Simmons, la jefa de recursos humanos, quien la condujo a su nueva oficina, justo afuera del despacho de Alexander Vaughn.
-Ser la asistente personal del señor Vaughn requiere un nivel de exigencia al que pocos están acostumbrados -advirtió Rachel mientras caminaban por el pasillo de mármol pulido-. Trabajará con él de cerca, organizará su agenda, atenderá sus reuniones y, lo más importante, deberá anticiparse a sus necesidades.
Samantha asintió con firmeza.
-Lo entiendo.
Rachel la observó con una leve sonrisa escéptica.
-Eso dicen todos al principio. Pero le daré un consejo: nunca llegue tarde, nunca cuestione sus decisiones y nunca, bajo ninguna circunstancia, lo haga esperar.
Samantha tragó saliva.
-Tomado en cuenta.
Cuando Rachel se marchó, Samantha se sentó en su escritorio y tomó aire. Tenía una pila de correos pendientes, informes que revisar y reuniones que programar. No había tiempo para titubeos.
El sonido de la puerta abriéndose la hizo ponerse de pie de inmediato. Alexander Vaughn apareció con su presencia imponente, luciendo impecable en su traje de diseñador. No le dirigió ni una mirada antes de hablar.
-Mi agenda.
Samantha tomó su tableta y comenzó a recitar su itinerario.
-Tiene una junta con el consejo directivo a las nueve, una reunión con inversionistas a las once, almuerzo con el senador McGregor a la una y-
-Cancele el almuerzo. No tengo tiempo para charlas inútiles.
Samantha parpadeó, sorprendida.
-El senador McGregor es una figura importante. Cancelarlo en el último momento puede ser mal visto.
Alexander se giró lentamente, clavando en ella su mirada helada.
-¿Me está cuestionando, señorita Ortega?
Cualquier otra persona habría bajado la cabeza. Pero Samantha no era cualquier persona.
-No, solo estoy haciendo mi trabajo -respondió con calma-. Y parte de mi trabajo es evitar que su imagen se vea afectada.
Alexander la estudió en silencio. Un tenso segundo transcurrió antes de que él esbozara una leve sonrisa.
-Interesante.
Se marchó sin decir nada más, dejándola con el corazón latiendo con fuerza.
Las horas transcurrieron a un ritmo vertiginoso. Samantha apenas tuvo tiempo de respirar entre llamadas, reuniones y solicitudes urgentes. Pero a pesar del ritmo frenético, se mantuvo firme, demostrando que podía manejar la presión.Cuando el reloj marcó las siete de la noche, la oficina quedó en completo silencio. Samantha revisaba los últimos correos cuando sintió una presencia a su lado. Levantó la vista y se encontró con Alexander Vaughn de pie junto a su escritorio, observándola con su usual expresión inescrutable.
-¿Por qué sigue aquí?
Samantha parpadeó, confundida.
-Aún hay trabajo pendiente.
Alexander se cruzó de brazos.
-La mayoría de mis asistentes anteriores no duraban más de un día.
Samantha arqueó una ceja.
-No soy como sus asistentes anteriores.
Hubo un destello de diversión en los ojos de Alexander.
-Eso lo estoy notando.
Se produjo un silencio cargado de tensión. Samantha sostuvo su mirada, negándose a ser la primera en apartarla. Finalmente, Alexander inclinó levemente la cabeza.
-Nos vemos mañana, señorita Ortega.
Sin esperar respuesta, desapareció en su oficina.
Samantha exhaló, sintiendo que acababa de ganar su primera batalla. Pero lo que aún no sabía era que el verdadero juego apenas comenzaba.
El segundo día de trabajo de Samantha comenzó aún más temprano que el primero. A las cinco de la mañana ya estaba en pie, revisando su agenda y mentalizándose para lo que le esperaba. Sabía que trabajar con Alexander Vaughn no sería fácil, pero si algo le había quedado claro el día anterior era que este no era un trabajo común. Aquí no había margen para errores.Al llegar a la oficina, el ambiente era frío y silencioso. La mayoría de los empleados aún no había llegado, pero en la última planta del rascacielos de Vaughn Enterprises, el día ya estaba en marcha.Samantha se acomodó en su escritorio y revisó su lista de pendientes. Justo cuando estaba por enviar un correo importante, la puerta del despacho de Alexander se abrió y él salió con su característico porte imponente, sosteniendo su taza de café.-Reúnase conmigo en la sala de juntas en diez minutos -ordenó sin mirarla siquiera.-¿Para qué reunión? -preguntó ella sin pensarlo.Alexander se detuvo en seco y giró la cabeza hacia el
El día transcurrió con una tensión latente que flotaba en el aire. Después de su conversación en el piso 50, Samantha no pudo evitar preguntarse cuál era la verdadera intención de Alexander Vaughn al llamarla allí. ¿Estaba probándola? ¿O acaso estaba buscando algo más?De cualquier forma, ella no tenía intención de ceder terreno.Centrada en su trabajo, revisó cada documento y organizó la agenda de Alexander con la precisión de un reloj suizo. Cuando la noche cayó sobre la ciudad, la mayoría de los empleados se marcharon, pero Samantha seguía en su escritorio, respondiendo correos y asegurándose de que todo estuviera listo para la mañana siguiente.No esperaba que la puerta del despacho de Alexander se abriera de repente.-¿Aún aquí? -preguntó él con su tono característico, mezclando sorpresa y curiosidad.-No me gusta dejar asuntos pendientes -respondió sin levantar la vista de la pantalla.Alexander se apoyó en el marco de la puerta, observándola.-Eso es lo que diferencia a los med
La ciudad de Nueva York nunca dormía, pero Samantha Ortega sí lo necesitaba. O al menos, eso intentaba. Sin embargo, esa noche su mente no le dio tregua.El hallazgo de su tío Javier en el almacén de Marco Salazar la había dejado inquieta. Llevaba años sin verlo, y la última vez que tuvo noticias de él, había jurado que se alejaría de los negocios turbios. Y sin embargo, ahí estaba, en medio de un asunto que involucraba a Vaughn Enterprises.No podía ignorar esto.Su instinto le decía que debía investigarlo a fondo antes de tomar una decisión.A la mañana siguiente, con una taza de café fuerte en la mano y unas ojeras que apenas lograba disimular con maquillaje, Samantha llegó a la oficina. Para su sorpresa, al abrir su correo electrónico, encontró un mensaje directo de Alexander Vaughn con un simple contenido:"Mi oficina. Ahora."Suspiró, dejó su café sobre el escritorio y se dirigió al despacho del CEO.Cuando entró, lo encontró de pie junto al ventanal, con las manos en los bolsil
Samantha pasó las siguientes horas revisando el expediente con atención. Cada línea del documento parecía gritarle que aquello no era solo una simple investigación, sino algo mucho más grande. Vaughn Enterprises estaba involucrado en una lucha de poder con una entidad que operaba desde las sombras, y Alexander la había puesto justo en el centro de la tormenta.Pero ¿por qué ella?Esa pregunta la inquietaba más que cualquier otra.Sabía que Alexander no confiaba en nadie a la ligera. Si le había asignado esta tarea, debía tener una razón específica. Tal vez la estaba probando, o tal vez quería manipularla. Pero fuera cual fuera la verdad, no podía darse el lujo de quedarse de brazos cruzados.Decidida, comenzó a rastrear información sobre la empresa de seguridad privada mencionada en el expediente. Blackstone Security Group. En la superficie, parecía una firma legítima, con contratos gubernamentales y relaciones con grandes corporaciones. Sin embargo, al profundizar, encontró datos inq
El aire frío de la noche le golpeó el rostro cuando Samantha salió del bar, siguiendo a Alexander hasta su auto. No había intercambiado una palabra con él desde que dejaron a su tío atrás, pero la tensión entre ellos era casi palpable.-Sube -ordenó Alexander con voz firme al abrir la puerta del coche.Ella no discutió. Sabía que no tenía muchas opciones.El interior del automóvil olía a cuero y poder. Las luces de la ciudad se reflejaban en los cristales oscuros mientras Alexander conducía en silencio.-¿A dónde vamos? -preguntó Samantha finalmente.-A un lugar donde podamos hablar sin interrupciones.-¿Y qué vas a decirme exactamente?Alexander entrecerró los ojos, sin apartar la vista del camino.-Lo suficiente para que entiendas en qué te estás metiendo.Samantha cruzó los brazos.-¿Y por qué ahora? ¿Por qué de repente decides contarme la verdad?-Porque me has demostrado que eres más inteligente de lo que pensaba. Y porque, quieras o no, ya estás demasiado involucrada.Samantha s
La noche avanzaba mientras Samantha intentaba procesar todo lo que Alexander le había dicho. La verdad, si es que lo que él decía era cierto, la situaba en medio de una guerra corporativa donde los aliados y los enemigos se camuflaban con facilidad.Desde la gran ventana del penthouse, la ciudad brillaba con un resplandor engañoso. Samantha sintió que su mundo se volvía aún más complicado.-Necesito respuestas -dijo finalmente, girándose para encarar a Alexander.Él dejó su vaso de whisky en la mesa de cristal y la miró con intensidad.-¿Qué quieres saber?-Quiero pruebas de lo que dices sobre mi tío. No puedo simplemente creer en tu palabra.Alexander sonrió, pero no con burla, sino con aprobación.-Eso es lo que esperaba que dijeras.Caminó hacia su oficina dentro del departamento y Samantha lo siguió. Allí, Alexander encendió una pantalla grande conectada a su sistema de seguridad. Tecleó rápidamente en su computadora y en segundos aparecieron imágenes de vigilancia, documentos y r
El sol se desvaneció detrás de los rascacielos de Nueva York, tiñendo el cielo de tonos cálidos que chocaban con la frialdad del mundo que rodeaba a Samantha. Su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar del peso de las decisiones que estaba tomando, pero sabía que ya no había vuelta atrás. Alexander Vaughn no solo era el hombre con el que había caído atrapada en un juego peligroso; era también la clave de un misterio que podría destruirlo todo, incluyéndola a ella.Esa noche, mientras regresaba a su departamento, el bullicio de la ciudad parecía más lejano, como si estuviera viviendo en una burbuja que la aislaba del resto del mundo. Su mente no podía dejar de recordar las palabras de Alexander, tan directas y penetrantes. Este mundo no perdona. La advertencia resonaba con fuerza, y por un momento se preguntó si realmente estaba preparada para las consecuencias.Al llegar a su apartamento, el silencio la envolvió como una manta pesada. Dejó caer su bolso sobre la mesa y cam
El reloj marcaba las 9:45 AM cuando Samantha entró al imponente edificio de Vaughn Enterprises. El vestíbulo, con sus mármoles pulidos y sus paredes adornadas con obras de arte contemporáneo, era el reflejo de lo que representaba Alexander Vaughn: poder, riqueza y control. Cada rincón, cada detalle de ese lugar le susurraba lo que él había logrado, lo que había construido, y de alguna manera, ella no podía evitar sentirse pequeña ante tanta opulencia.Caminó hacia el ascensor con una determinación que solo era externa, porque en su interior, la incertidumbre le comía los nervios. Las palabras de su tío aún resonaban en su mente, y el rostro de Alexander, tan frío y distante, seguía acechándola. Ella había sido elegida para estar en el centro de este juego, y aunque había intentado negar el peso de esa responsabilidad, ahora no podía escapar.El ascensor se detuvo con un suave ding y las puertas se abrieron, revelando el piso donde Alexander trabajaba. El aire en el lugar era diferente