Capítulo 7 – La caída del rey.
Fernando dormía a mi lado, respirando profundo, convencido de que me había engañado otra vez. El hombre no tenía idea de que ya estaba condenado.
Me levanté en silencio, me vestí con esmero —traje oscuro, blusa impecable, el cabello recogido— y salí de la casa sin despedirme. El aire fresco de la mañana me acarició la piel dándome una sensación de tranquilidad.
Adrián me esperaba en su oficina. La seriedad en su rostro era la misma de siempre, pero sus ojos tenían algo distinto, un fuego contenido. Lo saludé con un apretón de manos y le entregué las hojas que había sacado de la carpeta.
—Aquí están —dije con voz firme—. Es momento de dar el primer paso.
Él las revisó con calma, línea por línea. Después levantó la mirada. —Ya sé qué hacer.
Ninguna otra palabra fue necesaria. Asentí. Con Adrián no necesitaba explicaciones largas: él entendía.
Esa tarde, en la fundación, estaba revisando presupuestos cuando la puerta se abrió de golpe.
—¡Señora Gabriela! —exclamó mi asistente, casi sin a