Capítulo 6 – La cena del verdugo.
La casa estaba en silencio cuando crucé la puerta esa noche. No el silencio normal, sino uno raro, pesado, como si alguien hubiera preparado el escenario para mí. Lo confirmé al entrar al comedor: la mesa puesta con esmero, velas encendidas, el aroma a carne recién hecha y vino respirando en las copas.
Fernando me esperaba de pie, con un ramo de flores en la mano y una sonrisa que pretendía ser encantadora.
—Sorpresa —dijo, como si de verdad pudiera sorprenderme después de todo lo que sabía.
Me quedé quieta un instante, arqueando una ceja. Por la mañana había intentado forzarme a firmar papeles, me había hablado con rabia contenida. Y ahora jugaba a ser el marido perfecto. La incoherencia era tan absurda que me daban ganas de reír.
—¿Y esto? —pregunté, sin fingir entusiasmo.
Él se encogió de hombros, como si no tuviera importancia. —Quería disculparme. Esta mañana me exalté. Esos documentos eran urgentes, pero no debí presionarte.
Reprimí el gesto de asco que me subía por la garganta.