Capítulo 60 – Alianza Frágil.
El almacén reconvertido olía a humedad, pólvora vieja y café quemado. Las luces fluorescentes parpadeaban sobre mapas extendidos en la mesa central: rutas de Ápex, cuentas offshore, nombres tachados en rojo. **Armando López** estaba en el centro de todo, una foto granulada clavada con un cuchillo.
Luis Herrera caminaba de un lado a otro, traje negro impecable, corbata floja. Sesenta años, cabello plateado, ojos que habían visto demasiadas traiciones. Frente a él, Carla se servía un whisky con manos temblorosas. El vestido negro de la gala aún colgaba en su armario como un recordatorio: Gabriela viva. Gabriela de nuevo a cargo de la petrolera. Gabriela ganando.
—Esa perra —siseó Carla, el vaso temblando—. La vi. En la gala. Sonriendo. Como si no la hubiéramos enterrado.
Luis se detuvo, su voz grave.
—Cálmate. El odio te ciega, Carla. Y la ceguera mata.
Ella lo miró, ojos inyectados en sangre.
—¿Cegarme? ¡Ella me quitó todo! Mi posición, mi nombre, mi venganza. ¡Y ahora aparece como si