Capítulo 40 – El Nacimiento.
El sol de la tarde toscana entra por la ventana de la cocina como, calentando la mesa de roble donde apoyo los codos. Mi vientre es una luna llena, tensa bajo el vestido de algodón ligero. Nueve meses. El peso me ancla al suelo, pero también me eleva. El bebé se mueve, un puñetazo suave contra mis costillas. Sonrío sin querer. Adrián está afuera, el hacha golpea la madera con ritmo constante, eco en las colinas. Las mellizas corren entre los olivos, sus risas como campanillas en el viento. Flor trajina con la tetera, el vapor sube en espirales blancas. Mateo llega cada viernes. Hoy es viernes.
La puerta se abre con un chirrido familiar. Mateo entra con su maletín negro, el rostro más serio de lo habitual. Se sienta frente a mí. No hay preámbulos. Abre el maletín. Fotos granuladas. Mensajes desencriptados. Una mujer en un café oscuro. Carla. Su cabello recogido en un moño apretado. Un hombre con cicatriz profunda en la mejilla. Papeles. Transferencias bancarias. Números que marean. Cue