Capítulo 39 – Las Sombras del Pasado.
Los días en Toscana se alargaban como miel tibia. El sol calentaba las piedras de la casa. El viento traía olor a lavanda y romero. Gabriela, con siete meses de embarazo, caminaba lento por el viñedo. Su vientre pesado. Redondo. El bebé pateaba fuerte. Cada movimiento era una promesa. Adrián la seguía a distancia. Siempre vigilante. Siempre cuidadoso. Las mellizas jugaban en el patio. Construían castillos de ramas. Flor estaba en la cocina. Laptop abierta. Café frío. Ojos hinchados.
Flor no dormía bien. Las noches eran largas. El silencio de la casa la asfixiaba. Pensaba en León. En su voz. En sus gafas torcidas. En su culpa. Él no podía acercarse. No podía llamarla. No podía ponerlos en peligro. Un mensaje cifrado cada dos semanas. *Estoy bien, aquí todo igual*. Nada más. Flor lo leía. Lo borraba. Lloraba en silencio. Su corazón era una herida abierta.
Mateo llegaba cada viernes. Avión privado. Maletín negro. Información fresca. Pruebas. Movimientos de Fernando. Pero también llegaba